viernes, 13 de julio de 2012

Un hogar

Es ese sitio con techo y paredes que te resguarda en cada día del sol y de la lluvia. Es ese sillón desde donde en invierno sientes el calor de la chimenea y en verano, la brisa fresca que entra por la ventana.
Un hogar es esa escalera en la que siempre tropiezas con una sonrisa o esos pasillos donde los juguetes tienen vida propia. Pero un hogar es mucho más que un puñado de habitaciones, son los momentos que vives en ellas: cuando tu hijo tiene miedo y le ayudas a dormir leyéndole un cuento o cuando una niña que está sola en el mundo te dibuja como parte de su propia familia.

Y no hace falta tener lazos de sangre para crear un hogar. Cuando menos te lo esperas, todos estos momentos crean otros lazos, invisibles pero indestructibles, como cuidar con cariño los unos de los otros, ayudar a quien lo necesita sin pedir nada a cambio, o apoyarse siempre los unos en los otros, juntos, unidos como un equipo.
En los buenos momentos, y en los malos. Porque hasta en los peores momentos, esos lazos te dan fuerza para seguir adelante, para apretar los dientes y aguantar, para pensar que si sales de esta podrás volver al hogar.


A veces la vida nos deja fríos e intenta alejarnos de casa, pero si sigues pensando en los tuyos, mantener vivo el calor del hogar es aún posible. Tienes que mirar a los ojos del otro cuando tiene miedo para darle tranquilidad. Tienes que tragar saliva y pelear aunque te pase factura, porque ningún precio es muy elevado cuando consigues lo que más te importa en la vida. Tienes que esforzarte y salir adelante sin rendirte, aunque haya gente que no entienda tu lucha e intente a toda costa que no avances. 


Si haces todas estas cosas tu hogar siempre seguirá vivo. Porque un hogar no son sólo unos cuantos metros cuadrados ni unas bonitas vistas, ni los felpudos de bienvenida. Un hogar son los lazos invisibles que nos unen a nuestra gente, y eso aunque lo intenten, no lo puede destruir nadie. 

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